La llorona convertida en el espíritu vagabundo de una
mujer que lleva un niño en el cuadril, hace alusión a su nombre porque
vaga llorando por los caminos. Se dice que nunca se le ve la cara y llora de
vergüenza y arrepentimiento por lo que hizo a su familia.
Quienes le han visto dicen que es una mujer revuelta y enlodada,
ojos rojizos, vestidos sucios y deshilachados. Lleva entre sus brazos un
bultico como de niño recién nacido. No hace mal a la gente, pero causan terror
sus quejas y alaridos gritando a su hijo.
Las apariciones se verifican en lugares solitarios, desde las ocho
de la noche, hasta las cinco de la mañana. Sus sitios preferidos son las
quebradas, lagunas y charcos profundos, donde se oye el chapaleo y los ayes
lastimeros. Se les aparece a los hombres infieles, a los perversos, a los
borrachos, a los jugadores y en fin, a todo ser que ande urdiendo maldades.
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